El ángel

La vi entrar, sigilosa y hermosa, como siempre; como cada día desde hacía más de un año. Parecía un ángel; entró silenciosa, sus tacones hacían clic-clac, clic-clac y sus alas destacaban una clase y elegancia únicas. Blanca como la nieve. Espectacular. No había visto nunca jamás nada igual. Sus andares la hacían especial. Se movía inmóvil..y volaba, volaba muy alto. Se mostraba dulce a la vez que estirada, sensual a la vez que intratable; siempre con cierta arrogancia. Sobrada e impertérrita. Pero, ¡cómo me gustaba esa mujer! ¿Qué tenía esa mujer? Nadie la vió como lo hice yo; sólo yo quedé fascinado, embelesado. Me dolía el corazón como nunca, me apreteba; notaba un nudo en la garganta que me impedía tragar saliva..la boca seca, el corazón tocado. ¡Qué sensación más maravillosa! No era terrenal, no. Había venido de muy lejos o quizás de muy cerca; frecuentaba mi entorno desde hacía un año, aproximadamente, pero parecía haber estado siempre conmigo. Siempre. Era la conocida desconocida. ¡Qué preciosidad!

Con el ruido de la cafetera y los cubiertos de fondo, musitó un "lo de siempre". Seria. Café con leche de soja y mini bocadillo. Buscó una mesa libre, la mía la pasó por alto...y a mí, de inicio, me ignoró; buscó la soledad del momento con frialdad...buscó silencio. No parecía querer hablar con nadie. Observaba su entorno. Empezaba el día tal cual, intuyo que como siempre. Dió los buenos días a Carmen (ya la conocía), le guiñó el ojo y se sentó. Saludé como pude a mi amiga Carmen, como siempre sonriente y dispuesta a darlo todo en un día tan especial para mí. No sabía lo que se avecinaba.

¡Pero cómo me gustaba esa mujer! Sus labios, su clase, su cuerpo, sus ojos...Sabía que lo sabía, pero siguió quieta. Impertérrita. ¡Qué belleza y presencia despedía!. Removí, con el pulso tembloroso, el café con leche, mientras buscaba cruzarme con su mirada. ¡Sí! ¡No!...no me miraba a mí; miraba a todos menos a mi, cuando de repente...me encontró...y no me dejó. Fui suyo para siempre. No pestañeó. Yo tampoco. Se levantó sigilosa y se sentó a mi lado. Directa, atractiva y penetrante me dijo: "Soy el ángel de la muerte, he venido a buscarte, tú quieres ser feliz. Es hora de irte". Joder. ¡Qué voz! ¡Qué ojos! Me siguió atravesando; le pedí, por favor, que quería despedirme, que quería decir adiós, se lo rogué por activa y por pasiva, pero no me dejó: "es hora de marcharse" ..me volví loco en un plis plas. "Al menos, acabarme el café" bromeé...pero no me dejó y me llevó con ella, salimos volando por la ventana, a través de ella y hoy, todavía hoy me acuerdo de mi ángel, del lugar, del cómo...me acuerdo que mi corazón dijo "basta". 

Duermo cada día con ella, a su lado, la beso y le pertenezco. La amo. Loco. Ido. Yo me he ido, ya no estoy aqui, no soy terrenal, soy un nuevo ángel de la muerte. Ya soy como ella. Blanco como la nieve, serio e impertérrito; bello y atractivo, pero frío. Muy frío. Hoy, voy a desayunar a "Cal Manel". Me espera Carmen.

He dejado atrás todo aquéllo que amé, ahora nada me ata y tú sabes bien que la tierra que me ama no me hará volver jamás. 

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